Ciudad de México, 18-oct-2023.- La Revolución Mexicana, además de ser la tercer transformación, fue la coyuntura perfecta para que las mujeres alzaran su voz en contra de la discriminación y a favor de sus derechos político electorales. La exigencia era clara: si las mujeres iban al campo de batalla, lo justo era que se ganaran derechos en otros terrenos como el público, el educativo y el cultural.
Muchas mujeres se unieron a la lucha antirreeleccionista de Francisco I. Madero, y acompañaron al movimiento con actividades de difusión y propaganda; se conformaron grupos femeniles en contra de la reelección tanto en la Ciudad de México como en diversos estados de la República, es decir, las mujeres comenzaron a salir del ámbito privado para tener una participación cada vez más activa a favor de la democracia de nuestro país.
A partir de este momento, aquellas luchadoras revolucionarias se atrevieron a cuestionar públicamente las injustas condiciones que las mantenían sometidas al yugo de las tradiciones y las buenas costumbres; el ideal era la emancipación de la mujer, es decir, su reconocimiento como seres racionales y capaces de lograr cualquier propósito por sus propios medios. Mujeres constitucionalistas como Elvia Carrillo Puerto, Consuelo Zabala Castillo y Raquel Dzib Cicero, entre otras, alzaron su voz a favor de mejor educación, igualdad frente a los hombres, el divorcio, el amor libre y el voto.
Desde el Primer Congreso Feminista, realizado en Yucatán en 1916 y hasta el otoño de 1953, las mujeres tendrían que pelear para que su voz fuera escuchada y tomada en cuenta en las decisiones más importantes del país, quizá fueron nuestras abuelas o madres las primeras votantes en el México moderno y aunque parezca mucho tiempo, la realidad que nos devela estos antecedentes, es que a las mujeres nada se les ha regalado, incluso a veces parecería un regateo proporcionado a cuenta gotas de aquello que debería ser una realidad por el simple hecho de pertenecer al género humano.
Con la reflexión acerca de los 70 años años del voto de la mujer, nos reclama una nueva oportunidad de hacer historia; por primera vez en México habrá una mujer al frente de la presidencia de nuestro país y es claro que esto sería impensable si la izquierda no hubiera llegado en 2018, porque justo es reconocer que el movimiento feminista nunca estará del lado del ala conservadora que insiste en regresar con disfraces y lenguaje coloquial para engañar a la gente.
A más de 100 años de aquel Primer Congreso Feminista, aún existe una gran deuda con las mujeres: la violencia feminicida, la brecha salarial, la falta de oportunidades laborales, la feminización de la pobreza y la violencia política de género, son sólo algunas de los obstáculos a los que nos debemos enfrentar para lograr la verdadera equidad entre hombres y mujeres, de ahi que resulta tan importante que una mujer asuma el puesto de poder más importante en la administración pública, pues ella será el ejemplo para muchas niñas y jóvenes que desean romper con los paradigmas machistas enquistados en nuestra sociedad.
Por nuestra parte, ya contribuimos con la primera legislatura paritaria; paso a paso avanzamos a favor de que más mujeres ocupen curules en los congresos locales y actualmente 10 mujeres ya gobiernan en diferentes estados de la república aunque se espera que se sumen 5 más en 2024.
Hoy seguramente las sufragistas estarían muy orgullosas del rumbo que tomará el país y la Ciudad de México, ya que gracias a su lucha, dos mujeres de izquierda asumirán en 2024 y tal como lo demostraron en la capital e Iztapalapa durante estos últimos tres años, juntas seguirán con la transformación; sin duda es tiempo de mujeres.
(Columna para la Agencia Parlamento y Debate)